Espuma,
eras una niña que asomaba la cabeza por la ventana del auto.
Tu cabeza conocía el viento.
Yo siempre miré las cosas que estaban sobre la tierra como polvo de pantano;
frailes españoles y golpes fuertes en las nalgas con un garrote español,
y basta decir que como niño yo no era más que un pequeño pino
sembrado con mano izquierda.
Estoy hablando como el viento para que solo las voces horribles sean de tu conocimiento.
¡Pero soy un enano! ¡Pero soy un gigante!
Y frecuentemente gritábamos,
aunque difícilmente exista cálculo de voz para algún eco.
Es sencillo,
y para comprenderlo,
tuve que venir a la
niebla.
muy bonito
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