Presentación

Blog dedicado a recuperar la obra de Darío Lemos, dado el olvido histórico por parte de los antologistas del nadaísmo. Actualmente se prepara la publicación de una antología con la obra poética de Darío Lemos, Poeta Maldito.

jueves, 18 de octubre de 2012

Cambio al país cultural mi libro que edita Colcultura por una silla de ruedas



Medellín, enero/84


Querido Juan Luis:

     Acabo de encontrarme contigo en un periódico que misteriosamente ha llegado a esta cama donde estoy hace un año. ¡Verdaderamente quisiera ser un pulpo para abrazarte mucho!

     Y aprovechando unas hojas de papel que también misteriosamente aparecieron sobre mi almohada de enfermo, te escribo para enviarte, no la dosis de veneno que tenían mis cartas, sino una copa de amor para que brindemos por la muerte.

     Y le envío a la cultura colombiana, que por algunos motivos representas, mi pierna derecha para que sea colgada y exhibida como escarnio. Yo me voy de este mundo monótono del hombre. Y entrégales también mi libro que debe estar editando Colcultura, mis Sinfonías para máquina de escribir, que estuvieron extraviadas tantos años y que ahora publicadas dejarán de ser mías, porque los poemas cuando se publican son como hijos que se van. Ahora después de muchos años de no querer participar en la trampa que el arte ofrece a los artistas para que se disfracen, estoy escribiendo "Gran Canto a la Alegría", pero no como esperan algunos poetas de mi país, que me levante por fin después de tantos años y diga "mi verdad"; se equivocaron, yo sólo ofreceré "mi versión". La veradd no es cosa de los hombres.

     Si Fernando González escribió sobre los nadaístas antes de morir: "¡Eureka, ya nació, por fin nació la poesía en esta Colombia que era nada, paja, nada. Ya no me iré tan triste, pues por fin vi nacer mi patria",  yo, en cambio, me voy un poco triste porque dejo un paisaje desolador en la poesía colombiana. Los poetas están escribiendo poesía "sumisa". Ellos no saben que en la poesía -cuando es alta poesía- el poema se sale del poema; la poesía adquiere alas, como adquirimos alas los poetas a quienes nos amputan la pierna.

     ¡Mira, Juan Luis, esa foto de Rimbaud! ¡No me estremezco! y a pesar de que es considerado el rey de los poetas, su poesía no me deslumbra, aunque sé que es escrita por un poeta de "raza superior"; y ahora ese "dulce niño" y yo nos tenemos confianza: tuvimos que buscar el equilibrio inventando el arte ignorado, olvidando el arte. ¡Existe entre nosotros cierta complicidad! En los primeros años hundidos en la poesía hasta la demencia, y luego ese desgano, ese decir a la sociedad de la época que la única manera de encontrar a Dios no es el arte, que hay que ser ángel y demonio para que resulte el "santo". Porque aunque él sea Rimbaud, todavía es terrenal. Lo único extra que puede permitirse es la aureola. ¿No recuerdas, Juan Luis, que también una mañana lo encontraron muertecito? Y mi amigo Gonzalo Arango, que fue mi compañero en la lucha que salvaría a mi generación de los mitos, desde la juventud, también una tarde viajando en auto recibiendo el aire se quedó para siempre mirando el horizonte. Y así Gonzalo me ha tomado siete años de ventaja en el conocimiento de "el misterio". El, que todavía se interesaba por algunas cosas del mundo, se me fue primero. (¡Ventajoso!).

     El, que me dijo la última vez que hablamos: "Poeta, yo moriré en la cama porque he sabido elegir mis enemigos", ese mismo estuvo siempre dándose golpes en la vida y el último golpe lo mató. Pero él ya estaba desnudo y el último lastre que llevaba era el amor, ya estaba preparado para llegar al lugar de las sombras. Y ahí lo tenemos, agigantado, devorando etapas para llegar a lo eterno. En pocos días yo saldré de la tierra por un hueco diferente, pero que conduce al mismo sitio, y posiblemente nos encontremos para seguir "navegando". Y juntos iremos de vacío en vacío.

     Esta muerte, querido maestro, que comenzó en el pie y subiendo se apoderó de mi cuerpo en busca de órganos vitales, esta muerte que vivo no me deja "perplejo"; sólo siento una alegría maliciosa, una ansiedad, como si estuviera esperando el tren que me llevaría a esos mares que dejaré en la Tierra. Con naturalidad. Sin sobresaltos. Yo comencé a morir desde mi nacimiento y he muerto muchas muertes; esas muertes de la vida que son las verdaderas muertes. Entonces pensarías, Juan Luis, si el poeta es un experto en muertes, ¿por qué está haciendo esa algarabía, por qué no deja dormir esta noche, por qué no borra los poemas que escribió y se marcha sumiso como ha sido, hacia su destino que le señalan otras "fuerzas superiores"? Sucede que Darío Lemos tiene todavía su mitad en la Tierra: Estoy todavía ocupado como todos los poetas, "decorando". Esta no es una confesión, porque los pecados que tenía los perdoné yo mismo; no es una advertencia, porque mi reino no es el reino de los jueces. En el último año que he estado en esta cama, junto a la misma ventana, mirando el único pedazo de cielo que me es posible, he caminado sin piernas más kilómetros que esos cuarenta años que estuve en fricción con la ceguera de los hombres.

     No quiero decir que haya llegado al "conocimiento". Así como escribir poesía es un aberrante acto de soberbia, sería yo un soberbio si te dijera que he llegado por fin a los jardines de piedra, donde no hay ni sed, ni encrucijadas, ni tangentes. Es cierto que abandoné el cuerpo que no me pertenece porque mi pierna derecha, en la que sólo me podría parar como una garza, está tomando ese color lila que luego pasará a ser violeta hasta llegar a gangrena. Entonces los médicos se frotarán las manos y pedirán la segueta. Y ya sin remos y sin uñas, sólo quedará ese tronce de araucaria delgado soportando la cabeza donde permanece guardado el secreto. Y nadie llorará mi embarazo de Dios.

     Pero sin piernas estaré más liviano, perderé el contacto con la tierra, en el momento de "elevarse" quedará más fácil. Y posiblemente permaneceré volando ceremoniosamente, como un gallinazo sobre las montañas de esta ciudad dolorosa, que es sólo una inmensa piscina forrada en oro de placenta y pecaditos, esta ciudad que llevas en el bolsillo de tu corazón y que años ahora que vives en esa capital más fría que las academias.

     Y es, querido mío, que yo me voy pero queda lacrada mi historia clínica, en esos sanatorios mentales donde me clasificaron, donde encontré vociferando a Artaud, esos templos donde llegaba en los veranos a cambiar la armadura oxidad, para regresa a la guerra del engaño en los inviernos. Esos sanatorios donde alejándome del arte descubría a Dios enredado en la encías desnudas de mis alienados.

     Me voy, pero caminaré todas la noches en el túnel orinado de esas cárceles de mi pobre país, donde viví, hechas como los uniformes militares, de mierda y soledad. Y me quedo también en el corazón de Puma y de mi hijo Boris, ese gnomo que aparece siempre de cabezas en mi limitada "obra" y que entrego a Jesucristo que es el encargado de las cosas del "Gran Padre" en esta tierra.

     Me esperan en la sala de cirugía. Me operarán de nuevo en el Hospital San Vicente, con toda la pobreza que merezco.

     ¿Te imaginas a Darío Lemos tratando de cazar el pajarito Dollar, hablando del dinero abstracto, negociando con su arte? Es cierto que en este país impersonal, con un presidente sudoroso que no tiene la culpa, todavía existe un fondo económico para esta cultura que muere como las iguanas: con la cola separada del cuerpo, y con espasmos. Y tú, creo que manejas ese oro. ¡Aleluya! Cierra la ventana para que abajo los súbditos no escuchen el negocio de dos hombres honestos. Se asombrarían. Se trata solamente de regresar al "trueque", un cambio de especies. Cambio al país cultural que representas mi libro que edita Colcultura por una silla de ruedas. Puede ser grande o pequeña; como no tengo cuerpo, en todas me acomodo. Pasaría en ella sentado caminando las últimas tardes, y luego cuando llegue el momento, la dejaría a un lado de la tumba para salir todas las noches a fumar el mismo cigarrillo que me causó la muerte, y a mirar la luna, romántico y ausente en la nada, como romántico idiota fui en la vida.

     A esta hora comienzan los dolores como obedeciendo a un reloj interno. Voy a dormir un poco y mañana seguramente mi desayuno sobrará.


Darío Lemos.

martes, 16 de octubre de 2012

Darío Lemos a Gonzalo Arango

Gonzalo:
       Cuando usted creyó que esa era la Gloria Desapareció la herida de mi
estómago. Y es que tenemos diferentes maneras de celebraciones. El nadaísmo,
ese barco que se deslizaba sin pena y sin gloria, cumplió sus diez años como
todas las cosas. Y he aquí, que sus ojos no eran grandes como imaginaban mis
contemporáneos.
       Usted descubrió su pie sin zapatos, descubrió su cuerpo y todos los
esperanzados miraron aterrados que su cuerpo no tenía las huellas de esa
guerra que no fue roja ni amarilla ni fría ni caliente. Tampoco guerra.
       Usted tuvo miedo de pararse al lado de ese presidente, junto a un metro. Si
mide el presidente más que usted, el problema está en los zapatos.
       Usted no es un traidor porque la traición tiene que tener traicionados y
los nadaístas no han sido verdaderamente traicionados. Los nadaístas han sido
flagelados con un cuero demasiado blando, su látigo de harina. Usted celebró
los diez años del Nadaísmo no acostado en el mar, sino parado en la cubierta
de un barco en el mar.
       ¡Yo ofrecí al Nadaísmo mi estómago estallado! Toda esa vida vivida
en prisiones, sanatorios, parques, droga bendita y yerba maldita, todos esos
incendios que me fabriqué han estallado ahora abriendo un enorme boquete en
el bolso interior, en el estómago, y la clínica se llenó de cigarrillos ya fumados,
de noches acostado en aceras, mi vómito sagrado hacía extrañas figuras en las
paredes y los médicos corrían temerosos de verse obligados a salvarle la vida a
un nadaísta.
       Y lancé ese parto de úlcera, y guardé en mis manos el píloro inflamado
y mi carne podrida para lanzarla a las bellas cabezas de mi generación. Pero
usted no estará en mi cena, en la cena de mi pedazo de estómago. Usted se
envenena con la sangre de un poeta.
       Su bautismo estuvo en el barco Gloria, el agua de su bautismo es agua
sucia. Usted sabe que dariolemos nunca aceptó el mismo paisaje, o los ojos que
miraban su paisaje.
       Usted no es un traidor porque usted no ama. Amílkar U gatea, los brazos
en el suelo y no mira. Jotamario cambia de color en las camisas y color en
el rostro, saluda a todas las personas como si fueran Arango, y no quiere ni
comer pepinos vinagres en esta vida. Eduardo Escobar siente ahora que
sus gafas son pequeñas, quisiera ser enviado a la luna, su pecho se agiganta
y necesita dinero para una metralleta. Elmo Valencia no quiere más muertes.
Los nadaístas fabrican ahora otro cielo. Usted está mareado y su mareo no es
de pájaro marino. Su mareo es de espantapájaros. Y nosotros vamos hacia el
norte buscando los jardines de piedras, sin dólares en el bolsillo, soportando el
peso de la santidad.
       Váyase. No intente girar su cuerpo para regresar, y no venga a decirle a los
nadaístas que su viaje fue en el "navío ebrio".

Darío Lemos

miércoles, 10 de octubre de 2012

Nadaístas en LP de Los Yetis- Darío Lemos

Eduardo Escobar, Jotamario Arbeláez, Darío Lemos, Juan Manuel Roca
y Juan Gustavo Cobo Borda.
Eduardo Escobar, Eduardo Zalamea, Juan Manuel Roca, Jotamario y Darío Lemos

Darío Lemos.
Cuarto de izquierda a derecha: Darío Lemos.

lunes, 8 de octubre de 2012

Darío Lemos a Jotamario

Jota: esta ciudad no tiene importancia. Lluvia, sol a ratos, lluvia, frío. No soporto
más esta porquería. Todo se gasta en cuatro años por la misma calle, siempre se
deja algo en todas partes. Un abrazo en una esquina, centímetros de suela en las
aceras, todo, a cambio de nada.Mis trabajos, poeta, nada que se pasan a máquina.
Tendré que robar una, porque tengo cositas qué decir. Mucha gripe, mucha. Un
vacío terrible, no tengo deseos ni siquiera de morir. Imposible ir a Cali por ahora.
Además las ciudades son todas iguales, apestan. Yo sugiero para mi gravedad el
mar.
       Sí, es lo último. Allí, se llega. ¿Te gusta el mar? ¿Estar tendido en la playa
mirando en el cielo nubecillas que huyen al oeste? ¿Mirar el brillo de los negros,
la boca como brea y un miembro pequeño gastado por la sal? ¿Redes grasientas
secando sus costillas entre dos palmeras viejas? ¿Cajas traídas en barcos esperando
en el muelle polvoriento? ¿Mujeres de cuerpo duro quemadas por el sol que las
define? ¿Cangrejos oscuros y ciegos caminando en contravía? ¿Turistas lolitas
en short y 13 años? ¿La brisa queriendo llevarse los cabellos más allá, más allá,
donde termina el mundo y comienza a acantilar? ¿Dejarse masturbar por una
ola hembra o macho, pero ola? ¿Mirar alejarse las gaviotas y un poco de ron
en la ventana? Sí, quiero mar para nosotros, dioses podridos de ciudad. Estoy
reventado esta tarde. Te quiero,

Dariolemos

domingo, 7 de octubre de 2012

Agua estancada de la pena

Yo tenía 15 años y escribía unos poemas casi de nutria casi de gamuza,
Tú pasabas como un perrillo de raza con la cabecita al borde de
               la ventanilla en el lado exacto y diagonal a donde yo
               bebía café y el brazo ya quebrado.
(El bar "Miami" murió fue en un incendio).
Y entonces hombre y mujer, muchacho y muchachita más niña aún
fueron dirigiendo sus fuerzas afectivas con una serie de sensaciones
               ópticas,
hasta tal punto que una vez te ví y no quise que me vieras para que
               no me pensaras esa noche,
para que no se hincharan nuestras carnes de cordero tierno.
¡Tú no pudiste evitar! ¡Yo estaba evitando!
Hablo de ésto, de eso que nos condujo a este laberinto
porque si las cosas comenzaron así y llegamos, o mejor, vamos aquí,
querida cónyuge yo no soy el culpable aunque haya causado tantas
               muertes.
Estás viviendo muerta. Yo estoy viviendo muerto
y mi viejo transparente caballito y a la vez niñin de color tibio
está apuñaleado, tiene la cuerda en la garganta,
está muerto, mil veces muerto aunque sonriente como un ángel de
               azúcar
Ah, cómo a través de la mente podré hacerlos revivir?
Pues aquí están mis brazos huesudos que lanzarán comida y techo y
               lecho a la bocaza de mi hijo
Y si tu quieres ensuciar tus dientes y luego lavarlos con lo poco
que puedo ofrecer,
los muertos estarán vivos nuevamente. Si no me amas no importa,
Se trata de Boris, el azul. ¡De Borislemos!

Darío Lemos

miércoles, 3 de octubre de 2012

Yo no salgo a la calle cuando hay luz...

Yo no salgo a la calle cuando hay luz
Quiero solamente mi luminosidad.
               Aquí
Como las tortugas duermo
soy mi templo.
Me elevo como un globo
Tengo un gusano propio y el cabello que no quiere peinar
Estos son los muros donde se pudren mis ojos,
se agrietan las costillas,
Reboto como un balón,
y voy perdiendo la vida,
 desviviendo,
flagelándome,
Pero soy el dueño de mi infierno
El rey de mi reino
y todas esas culebras suben a lamer la úlcera
la gangrena también es solo mía.
En estas murallas se cae mi piel
todas las flores me colorean.
               y son negras.

Darío Lemos

Noches del Sanatorio

No sé como controlarme. Acontece-que-muero de la felicidad. Sentado aquí como
Dios. ¡Estoy exacto!

Todo lo amado lo tengo. Sólo a esta hora puedo hablarte aquí. En el día es
imposible: el grito de los moribundos místicos, la flauta negra y la mordida de las
viejas enfermas o muchachas enfermas que enloquecieron porque un hombre cualquiera
no ha llegado a enseñarles que ellas tienen huecos profundos para respirar,
para enloquecer distinto. Pero en la noche ¡mi querido capitán!, los pacientes
duermen sintéticamente, drogados como ratas, vencidos respirando fuerte como
esos leones que traen los circos en sus jaulas.

Entonces llega el silencio en este hospital y "los bellos durmientes" dejan mi
cabeza clara, puedo ver y oler y sentir el sonido que hace la tierra cuando mueve
su huevo liso en el cosmos. Y yo? Yo por qué aquí, así, feliz? Hoy estoy aquí
porque necesitaba estar aquí, para después sentarme sonriente sobre el mundo. Yo
sé de que se trata cuando un hombre tiene en el rostro muchas piedras. Yo sé que
veremos en nosotros muchas cosas, pronto, muy pronto, porque mi limpieza
cerebral es absoluta.

Darío Lemos

El Camino Rocoso de la Soledad...

El camino rocoso de la soledad es blando.

Por que los poetas de mi generación han sonreído más, yo soy el anónimo con mis
poemitas guardados como gigantes en cajita de vidrio. Yo estuve con Genet en la
cárcel y con Artaud en el sanatorio, yo ayudé a despegar la oreja que cercenó Van
Gogh vilmente, y soy el marginado, vituperado acediado de demonios blancos
luminosos, que quieren ser dolor en mí, pero mi "mundo" gira en un sentido
común, para mí, por que no me entienden. Si yo matara a mi hijo no me entenderían.

No conocen el amor de la sangre.

Sucede que no puede quedarme en los objetos, me maltratan casi como me duele
y purifica Boris.

¡Y ha llegado Jesucristo a mi alma! Luz soy y soy número 7, amando dos puedo
ser no el ¨solo" sino el "solitario". Los ancianos no comprenden lo que dicen los
niños, por que los niños son ángeles y los ancianos ancianos. Ahora comprendo
por que nado mejor cuando lleno la piscina de sangre, que reflejada en el sol
parece vino. Abriguémonos soledad hasta luz.

Pero embriaguémonos y comamos culebras!

Solo la salvación está en el veneno que rechaza el espíritu. Soy un ángel que no
hago mucho ruido con las alas para no despertar a los habitantes cuando salgo y
aleteo un poco en el sitio donde mi hijo respira y tiene heridas las manos.

Darío Lemos