Boris, amarillo mío,
caballito para montar huyendo de los calabozos,
ven porque han tomado mi alma los jueces para cubrirse del sol
y el verano en esta cárcel rasca las vísceras;
y aunque salgo de la celda en las mañanas encontrando que la luz no ha terminado para el hombre,
revuelco mis costados en fricción con costillas de otras cicatrices;
los pequeños carros donde llevan la sopa para tres mil digestiones
trituraron los dedos de mis pies,
estoy caminando en la cabeza,
soy el ciego que no tiene brazos.
Hoy me deslumbra la alegría cuando pienso que tienes cinco años
y no puedes comprender cómo tengo la mierda hundida hasta los ojos.
Y sin embargo miro el cielo y las palomas volando en el huevo dorado de verano sobre la capilla
como hojas blancas que se escapan del sumario
que lanzará, hijo mío, mis cosas a la luz,
a tu lado,
y los domingos nuevamente iremos a ese parque del concierto
donde las palomas son distintas a estas palomas de la cárcel.
(Mi barba creció, muñequito amarillo, y estoy muy parecido a Dios).
Todo el día acarician mi cuerpo los guardias requisando
y en cada bolsillo sólo encuentran pedazos del alma
y el recuerdo que tenía de ti, hijo, antes de tu nacimiento.
Siento miedo cuando la celda está oscura
y a través de la reja observo la ciudad abajo donde existe aire
y el hombre no se asfixia.
Olvidado tu rostro no puedo dibujarte en la memoria.
Sólo sé que tu boca es mi boca,
tus cosas son mis cosas cuando yo era un nene que azotaban,
y el mar que hay en tus ojos gredosos es el mar que siempre he llevado como sal que se queda en las axilas.
En la noche, hijo, los prisioneros cantan y sus cicatrices brillan,
como estrellas largas que perdieron su control en el espacio.
Acostado está el ciego que imagina que esto es un campo de flores,
sólo escucha el gemido de los hombres que agonizan en los calabozos.
Niño de carne de mamoncillo y mamey perfumado
sálvame porque estoy en la tierra y no tengo alas;
ábreme las esposas que necesito fumar con las dos manos.
Alimenta tu cuerpo tibio de helicóptero que gira eternamente
para que la leche y las legumbres suban a esta montaña donde queda la cárcel
y fortalezcan mi cuerpo de aguja.
El tiempo se quedó atravesado en el verano
donde los minutos han sentado sus nalguitas minuteras.
Hace un siglo que no escucho hijo tus cuentos rojos y tristes,
negros y felices.
He muerto mil veces ahogado en la memoria,
la época de los escarpines y los escorpiones,
los primeros sonidos de muñeco que levanta el pecho,
tus deditos sabios como pájaros pequeños sobre la baldosa,
el olor a lana que dejaste en la litera de ese tren que terminó en el mar
para que tus cosas se purificaran y tus ojos se abrieran como campos de golf.
Bajo el musculoso bosque de bocas que mastican sin dientes
camino en las manos que antes limpiaban tu ombliguito hongo,
y en la soledad de la cárcel a veces soy feliz.
En mi celda hay un hombre sin brazos que estalló una bomba
y un ciego que estaba introduciendo su mano en un bolsillo;
pero sus espíritus gigantes subliman la carne ya perdida.
Yo tengo brazos para orinar tranquilamente
pero mi espíritu está extraviado en una selva muy oscura del África.
Mi hijo está vivo como Dios olvidado.
Darío Lemos, Poeta Maldito
Presentación
martes, 8 de octubre de 2013
jueves, 3 de octubre de 2013
Stop
Llegué al mar. Mi salud es negra.
Mañana posiblemente estaré muerto.
Los pescadores sufren por mí.
¡Son ángeles de mar!
Mi hijo está muy lejos, y ella...
Mañana posiblemente.
Mañana posiblemente estaré muerto.
Los pescadores sufren por mí.
¡Son ángeles de mar!
Mi hijo está muy lejos, y ella...
Mañana posiblemente.
¡Aleluya!
¡Aleluya!
Voy hacia el mar.
El tren me mueve y no puedo escribir.
Pero ALELUYA.
Que mis amigos permanezcan en la ciudad.
Ya salí. Es lo importante.
48 horas en este tren.
Ya hablaremos.
No puedo escribir.
Voy hacia el mar.
El tren me mueve y no puedo escribir.
Pero ALELUYA.
Que mis amigos permanezcan en la ciudad.
Ya salí. Es lo importante.
48 horas en este tren.
Ya hablaremos.
No puedo escribir.
Sepulcros pulcros
Cuando tenía 4 años me picaron las hormigas
bajo un árbol maduro de mandarinas fértiles,
pero todavía no teníamos este desastroso cielo azul.
Alma ¿qué hacemos, si no somos piedras para rodar bajando la montaña?
Permaneceremos, alma, pisados por las mismas ambulancias,
esos gritos de los hombres sólo terminarán cuando sean colocados de pie en los sepulcros pulcros,
y si alguien queda llorando en la tierra el viaje de ese bienamado
que utilice el agua de esas lágrimas para refrescar los prados nomeolvides.
No es que yo quiera continuar viviendo,
sino que hoy amaneció un enano brillante a mi lado, disolviéndome.
¿A qué ciudad podría viajar para verdaderamente estar lejos?
La piel no se aleja de la piel,
y la piel del espíritu es lo que respira.
Ahogado el espíritu
comienza la segunda vida.
Esa vida que dejamos en los pequeños bolsillitos de pana donde sólo cabe un dedo.
bajo un árbol maduro de mandarinas fértiles,
pero todavía no teníamos este desastroso cielo azul.
Alma ¿qué hacemos, si no somos piedras para rodar bajando la montaña?
Permaneceremos, alma, pisados por las mismas ambulancias,
esos gritos de los hombres sólo terminarán cuando sean colocados de pie en los sepulcros pulcros,
y si alguien queda llorando en la tierra el viaje de ese bienamado
que utilice el agua de esas lágrimas para refrescar los prados nomeolvides.
No es que yo quiera continuar viviendo,
sino que hoy amaneció un enano brillante a mi lado, disolviéndome.
¿A qué ciudad podría viajar para verdaderamente estar lejos?
La piel no se aleja de la piel,
y la piel del espíritu es lo que respira.
Ahogado el espíritu
comienza la segunda vida.
Esa vida que dejamos en los pequeños bolsillitos de pana donde sólo cabe un dedo.
La muerte deja el cigarrillo
28 años esperando viajar a otro mundo
parecido a este pequeño pocillo de azúcar.
Amo a los hombres, pero sus maneras
me obligaron a sentarme en una silla de ruedas.
Sólo se está limpio verdaderamente
cuando la conciencia ha cambiado de esponja
y no existe cirugía plástica para lacar el alma.
Es cierto que nací para esta época,
pero no puedo vivir con mi queridos héroes.
Voy a viajar muy lejos
aunque mi cuerpo permanezca aquí.
parecido a este pequeño pocillo de azúcar.
Amo a los hombres, pero sus maneras
me obligaron a sentarme en una silla de ruedas.
Sólo se está limpio verdaderamente
cuando la conciencia ha cambiado de esponja
y no existe cirugía plástica para lacar el alma.
Es cierto que nací para esta época,
pero no puedo vivir con mi queridos héroes.
Voy a viajar muy lejos
aunque mi cuerpo permanezca aquí.
II
Cuando salgo con mi hijo lleno
sus manos de flores amarillas
pero él prefiere un tanquecito
de guerra.
III
No puedo estar en la tierra.
No puedo viajar hasta el cielo.
No puedo nadar bajo el agua.
Pero el suicidio es dejar las cosas adorables.
Y no se fuma más.
Hablando como el viento
Espuma,
eras una niña que asomaba la cabeza por la ventana del auto.
Tu cabeza conocía el viento.
Yo siempre miré las cosas que estaban sobre la tierra como polvo de pantano;
frailes españoles y golpes fuertes en las nalgas con un garrote español,
y basta decir que como niño yo no era más que un pequeño pino
sembrado con mano izquierda.
Estoy hablando como el viento para que solo las voces horribles sean de tu conocimiento.
¡Pero soy un enano! ¡Pero soy un gigante!
Y frecuentemente gritábamos,
aunque difícilmente exista cálculo de voz para algún eco.
Es sencillo,
y para comprenderlo,
tuve que venir a la
niebla.
eras una niña que asomaba la cabeza por la ventana del auto.
Tu cabeza conocía el viento.
Yo siempre miré las cosas que estaban sobre la tierra como polvo de pantano;
frailes españoles y golpes fuertes en las nalgas con un garrote español,
y basta decir que como niño yo no era más que un pequeño pino
sembrado con mano izquierda.
Estoy hablando como el viento para que solo las voces horribles sean de tu conocimiento.
¡Pero soy un enano! ¡Pero soy un gigante!
Y frecuentemente gritábamos,
aunque difícilmente exista cálculo de voz para algún eco.
Es sencillo,
y para comprenderlo,
tuve que venir a la
niebla.
Mudanza
Si mueres antes de que mi cuerpo termine,
espérame que no soportaría quedarme sin tus cosas.
Yo me voy pero recuerda mi rostro, nariz y ojos.
Ven y saluda a tu padre desde cualquier nube.
Creo que viviré en desierto o montañita
para toda la vida.
espérame que no soportaría quedarme sin tus cosas.
Yo me voy pero recuerda mi rostro, nariz y ojos.
Ven y saluda a tu padre desde cualquier nube.
Creo que viviré en desierto o montañita
para toda la vida.
miércoles, 2 de octubre de 2013
Rey del infierno
Yo no salgo a la calle cuando hay luz.
Quiero solamente mi luminosidad.
Aquí
Como las tortugas duermo.
Soy mi templo.
Me elevo como un globo.
Tengo un gusto propio y el cabello que no quiero peinar.
Estos son los muros donde se pudren mis ojos,
se agrietan las costillas,
reboto como un balón
y voy perdiendo la vida,
desviviendo,
flagelándome.
Pero soy el dueño de mi infierno.
El rey de mi reino.
Aunque todas esas culebras suban a lamer la úlcera,
la gangrena también es sólo mía.
En estas murallas se cae mi piel
todas las flores me colorean
y son negras
Quiero solamente mi luminosidad.
Aquí
Como las tortugas duermo.
Soy mi templo.
Me elevo como un globo.
Tengo un gusto propio y el cabello que no quiero peinar.
Estos son los muros donde se pudren mis ojos,
se agrietan las costillas,
reboto como un balón
y voy perdiendo la vida,
desviviendo,
flagelándome.
Pero soy el dueño de mi infierno.
El rey de mi reino.
Aunque todas esas culebras suban a lamer la úlcera,
la gangrena también es sólo mía.
En estas murallas se cae mi piel
todas las flores me colorean
y son negras
Los cantares del cantor
Tu cabello es morado como los mortiños.
Tu frente es verde como una lisa pizarra negra.
Tus cejas arqueadas son como una pelota lanzada por Pelé.
Párpados azules y pequeños para cerrar y abrir los ojos lentamente amarillos.
Nariz de pavo más real sin luz, pero mirando siempre las cuchillas.
Boca de vaca blanca y dientes de leche.
Cuello de árbol.
Cuerpo rojo.
La piel organiza tu territorio selvático.
Yo para vivir en la tierra conocí una niña
y estuve con ella 8 años bajo el cielo
que ya se acostumbraba a nuestra furia.
Hoy,
ya,
somos,
tres.
El vientre de la niña padecía como un globo que se infla
para lanzarlo al aire.
Pero Boris salió por su vulvita oscura.
ya no podré viajar a Pakistán personalmente
pero que no ruede la salchicha más.
Es mejor quedarse sentado sobre el Sol
recibiendo energías por el recto,
y que por fin sean alas nuestros miembros.
La vida es un papagayo bebiendo maracuyá caliente
en un vaso donde sirvieron una nube y no hielo.
Nuestro vaso etéreo.
Tu frente es verde como una lisa pizarra negra.
Tus cejas arqueadas son como una pelota lanzada por Pelé.
Párpados azules y pequeños para cerrar y abrir los ojos lentamente amarillos.
Nariz de pavo más real sin luz, pero mirando siempre las cuchillas.
Boca de vaca blanca y dientes de leche.
Cuello de árbol.
Cuerpo rojo.
La piel organiza tu territorio selvático.
Yo para vivir en la tierra conocí una niña
y estuve con ella 8 años bajo el cielo
que ya se acostumbraba a nuestra furia.
Hoy,
ya,
somos,
tres.
El vientre de la niña padecía como un globo que se infla
para lanzarlo al aire.
Pero Boris salió por su vulvita oscura.
ya no podré viajar a Pakistán personalmente
pero que no ruede la salchicha más.
Es mejor quedarse sentado sobre el Sol
recibiendo energías por el recto,
y que por fin sean alas nuestros miembros.
La vida es un papagayo bebiendo maracuyá caliente
en un vaso donde sirvieron una nube y no hielo.
Nuestro vaso etéreo.
De la Estancia Primera
Mi alma no soporta los lugares.
El paisaje es bello,
pero una cortina interna me ciega
y hace mi piel mil veces más pesada.
He aquí que respiro sólo humo
y a veces quisiera matar esa señora.
¿Seré yo el hundido de mi generación,
el que no mentirá por obtener el oro?
El paisaje es bello,
pero una cortina interna me ciega
y hace mi piel mil veces más pesada.
He aquí que respiro sólo humo
y a veces quisiera matar esa señora.
¿Seré yo el hundido de mi generación,
el que no mentirá por obtener el oro?
¡Ah! yo mentiría por el oro
para poder regresar
y ver el paisaje
y quedarme dormido
sobre esos dos cuerpos.
¡Soledad, refréscame!
viernes, 16 de noviembre de 2012
Disponible Sinfonías para Máquina de Escribir
Hemos comenzado a publicar el libro Sinfonías para Máquina de Escribir. Información a través de mensajes internos.
jueves, 18 de octubre de 2012
Cambio al país cultural mi libro que edita Colcultura por una silla de ruedas
Querido Juan Luis:
Acabo de encontrarme contigo en un periódico que misteriosamente ha llegado a esta cama donde estoy hace un año. ¡Verdaderamente quisiera ser un pulpo para abrazarte mucho!
Y aprovechando unas hojas de papel que también misteriosamente aparecieron sobre mi almohada de enfermo, te escribo para enviarte, no la dosis de veneno que tenían mis cartas, sino una copa de amor para que brindemos por la muerte.
Y le envío a la cultura colombiana, que por algunos motivos representas, mi pierna derecha para que sea colgada y exhibida como escarnio. Yo me voy de este mundo monótono del hombre. Y entrégales también mi libro que debe estar editando Colcultura, mis Sinfonías para máquina de escribir, que estuvieron extraviadas tantos años y que ahora publicadas dejarán de ser mías, porque los poemas cuando se publican son como hijos que se van. Ahora después de muchos años de no querer participar en la trampa que el arte ofrece a los artistas para que se disfracen, estoy escribiendo "Gran Canto a la Alegría", pero no como esperan algunos poetas de mi país, que me levante por fin después de tantos años y diga "mi verdad"; se equivocaron, yo sólo ofreceré "mi versión". La veradd no es cosa de los hombres.
Si Fernando González escribió sobre los nadaístas antes de morir: "¡Eureka, ya nació, por fin nació la poesía en esta Colombia que era nada, paja, nada. Ya no me iré tan triste, pues por fin vi nacer mi patria", yo, en cambio, me voy un poco triste porque dejo un paisaje desolador en la poesía colombiana. Los poetas están escribiendo poesía "sumisa". Ellos no saben que en la poesía -cuando es alta poesía- el poema se sale del poema; la poesía adquiere alas, como adquirimos alas los poetas a quienes nos amputan la pierna.
¡Mira, Juan Luis, esa foto de Rimbaud! ¡No me estremezco! y a pesar de que es considerado el rey de los poetas, su poesía no me deslumbra, aunque sé que es escrita por un poeta de "raza superior"; y ahora ese "dulce niño" y yo nos tenemos confianza: tuvimos que buscar el equilibrio inventando el arte ignorado, olvidando el arte. ¡Existe entre nosotros cierta complicidad! En los primeros años hundidos en la poesía hasta la demencia, y luego ese desgano, ese decir a la sociedad de la época que la única manera de encontrar a Dios no es el arte, que hay que ser ángel y demonio para que resulte el "santo". Porque aunque él sea Rimbaud, todavía es terrenal. Lo único extra que puede permitirse es la aureola. ¿No recuerdas, Juan Luis, que también una mañana lo encontraron muertecito? Y mi amigo Gonzalo Arango, que fue mi compañero en la lucha que salvaría a mi generación de los mitos, desde la juventud, también una tarde viajando en auto recibiendo el aire se quedó para siempre mirando el horizonte. Y así Gonzalo me ha tomado siete años de ventaja en el conocimiento de "el misterio". El, que todavía se interesaba por algunas cosas del mundo, se me fue primero. (¡Ventajoso!).
El, que me dijo la última vez que hablamos: "Poeta, yo moriré en la cama porque he sabido elegir mis enemigos", ese mismo estuvo siempre dándose golpes en la vida y el último golpe lo mató. Pero él ya estaba desnudo y el último lastre que llevaba era el amor, ya estaba preparado para llegar al lugar de las sombras. Y ahí lo tenemos, agigantado, devorando etapas para llegar a lo eterno. En pocos días yo saldré de la tierra por un hueco diferente, pero que conduce al mismo sitio, y posiblemente nos encontremos para seguir "navegando". Y juntos iremos de vacío en vacío.
Esta muerte, querido maestro, que comenzó en el pie y subiendo se apoderó de mi cuerpo en busca de órganos vitales, esta muerte que vivo no me deja "perplejo"; sólo siento una alegría maliciosa, una ansiedad, como si estuviera esperando el tren que me llevaría a esos mares que dejaré en la Tierra. Con naturalidad. Sin sobresaltos. Yo comencé a morir desde mi nacimiento y he muerto muchas muertes; esas muertes de la vida que son las verdaderas muertes. Entonces pensarías, Juan Luis, si el poeta es un experto en muertes, ¿por qué está haciendo esa algarabía, por qué no deja dormir esta noche, por qué no borra los poemas que escribió y se marcha sumiso como ha sido, hacia su destino que le señalan otras "fuerzas superiores"? Sucede que Darío Lemos tiene todavía su mitad en la Tierra: Estoy todavía ocupado como todos los poetas, "decorando". Esta no es una confesión, porque los pecados que tenía los perdoné yo mismo; no es una advertencia, porque mi reino no es el reino de los jueces. En el último año que he estado en esta cama, junto a la misma ventana, mirando el único pedazo de cielo que me es posible, he caminado sin piernas más kilómetros que esos cuarenta años que estuve en fricción con la ceguera de los hombres.
No quiero decir que haya llegado al "conocimiento". Así como escribir poesía es un aberrante acto de soberbia, sería yo un soberbio si te dijera que he llegado por fin a los jardines de piedra, donde no hay ni sed, ni encrucijadas, ni tangentes. Es cierto que abandoné el cuerpo que no me pertenece porque mi pierna derecha, en la que sólo me podría parar como una garza, está tomando ese color lila que luego pasará a ser violeta hasta llegar a gangrena. Entonces los médicos se frotarán las manos y pedirán la segueta. Y ya sin remos y sin uñas, sólo quedará ese tronce de araucaria delgado soportando la cabeza donde permanece guardado el secreto. Y nadie llorará mi embarazo de Dios.
Pero sin piernas estaré más liviano, perderé el contacto con la tierra, en el momento de "elevarse" quedará más fácil. Y posiblemente permaneceré volando ceremoniosamente, como un gallinazo sobre las montañas de esta ciudad dolorosa, que es sólo una inmensa piscina forrada en oro de placenta y pecaditos, esta ciudad que llevas en el bolsillo de tu corazón y que años ahora que vives en esa capital más fría que las academias.
Y es, querido mío, que yo me voy pero queda lacrada mi historia clínica, en esos sanatorios mentales donde me clasificaron, donde encontré vociferando a Artaud, esos templos donde llegaba en los veranos a cambiar la armadura oxidad, para regresa a la guerra del engaño en los inviernos. Esos sanatorios donde alejándome del arte descubría a Dios enredado en la encías desnudas de mis alienados.
Me voy, pero caminaré todas la noches en el túnel orinado de esas cárceles de mi pobre país, donde viví, hechas como los uniformes militares, de mierda y soledad. Y me quedo también en el corazón de Puma y de mi hijo Boris, ese gnomo que aparece siempre de cabezas en mi limitada "obra" y que entrego a Jesucristo que es el encargado de las cosas del "Gran Padre" en esta tierra.
Me esperan en la sala de cirugía. Me operarán de nuevo en el Hospital San Vicente, con toda la pobreza que merezco.
¿Te imaginas a Darío Lemos tratando de cazar el pajarito Dollar, hablando del dinero abstracto, negociando con su arte? Es cierto que en este país impersonal, con un presidente sudoroso que no tiene la culpa, todavía existe un fondo económico para esta cultura que muere como las iguanas: con la cola separada del cuerpo, y con espasmos. Y tú, creo que manejas ese oro. ¡Aleluya! Cierra la ventana para que abajo los súbditos no escuchen el negocio de dos hombres honestos. Se asombrarían. Se trata solamente de regresar al "trueque", un cambio de especies. Cambio al país cultural que representas mi libro que edita Colcultura por una silla de ruedas. Puede ser grande o pequeña; como no tengo cuerpo, en todas me acomodo. Pasaría en ella sentado caminando las últimas tardes, y luego cuando llegue el momento, la dejaría a un lado de la tumba para salir todas las noches a fumar el mismo cigarrillo que me causó la muerte, y a mirar la luna, romántico y ausente en la nada, como romántico idiota fui en la vida.
A esta hora comienzan los dolores como obedeciendo a un reloj interno. Voy a dormir un poco y mañana seguramente mi desayuno sobrará.
Darío Lemos.
martes, 16 de octubre de 2012
Darío Lemos a Gonzalo Arango
Gonzalo:
Cuando usted creyó que esa era la Gloria Desapareció la herida de mi
estómago. Y es que tenemos diferentes maneras de celebraciones. El nadaísmo,
ese barco que se deslizaba sin pena y sin gloria, cumplió sus diez años como
todas las cosas. Y he aquí, que sus ojos no eran grandes como imaginaban mis
contemporáneos.
Usted descubrió su pie sin zapatos, descubrió su cuerpo y todos los
esperanzados miraron aterrados que su cuerpo no tenía las huellas de esa
guerra que no fue roja ni amarilla ni fría ni caliente. Tampoco guerra.
Usted tuvo miedo de pararse al lado de ese presidente, junto a un metro. Si
mide el presidente más que usted, el problema está en los zapatos.
Usted no es un traidor porque la traición tiene que tener traicionados y
los nadaístas no han sido verdaderamente traicionados. Los nadaístas han sido
flagelados con un cuero demasiado blando, su látigo de harina. Usted celebró
los diez años del Nadaísmo no acostado en el mar, sino parado en la cubierta
de un barco en el mar.
¡Yo ofrecí al Nadaísmo mi estómago estallado! Toda esa vida vivida
en prisiones, sanatorios, parques, droga bendita y yerba maldita, todos esos
incendios que me fabriqué han estallado ahora abriendo un enorme boquete en
el bolso interior, en el estómago, y la clínica se llenó de cigarrillos ya fumados,
de noches acostado en aceras, mi vómito sagrado hacía extrañas figuras en las
paredes y los médicos corrían temerosos de verse obligados a salvarle la vida a
un nadaísta.
Y lancé ese parto de úlcera, y guardé en mis manos el píloro inflamado
y mi carne podrida para lanzarla a las bellas cabezas de mi generación. Pero
usted no estará en mi cena, en la cena de mi pedazo de estómago. Usted se
envenena con la sangre de un poeta.
Su bautismo estuvo en el barco Gloria, el agua de su bautismo es agua
sucia. Usted sabe que dariolemos nunca aceptó el mismo paisaje, o los ojos que
miraban su paisaje.
Usted no es un traidor porque usted no ama. Amílkar U gatea, los brazos
en el suelo y no mira. Jotamario cambia de color en las camisas y color en
el rostro, saluda a todas las personas como si fueran Arango, y no quiere ni
comer pepinos vinagres en esta vida. Eduardo Escobar siente ahora que
sus gafas son pequeñas, quisiera ser enviado a la luna, su pecho se agiganta
y necesita dinero para una metralleta. Elmo Valencia no quiere más muertes.
Los nadaístas fabrican ahora otro cielo. Usted está mareado y su mareo no es
de pájaro marino. Su mareo es de espantapájaros. Y nosotros vamos hacia el
norte buscando los jardines de piedras, sin dólares en el bolsillo, soportando el
peso de la santidad.
Váyase. No intente girar su cuerpo para regresar, y no venga a decirle a los
nadaístas que su viaje fue en el "navío ebrio".
Cuando usted creyó que esa era la Gloria Desapareció la herida de mi
estómago. Y es que tenemos diferentes maneras de celebraciones. El nadaísmo,
ese barco que se deslizaba sin pena y sin gloria, cumplió sus diez años como
todas las cosas. Y he aquí, que sus ojos no eran grandes como imaginaban mis
contemporáneos.
Usted descubrió su pie sin zapatos, descubrió su cuerpo y todos los
esperanzados miraron aterrados que su cuerpo no tenía las huellas de esa
guerra que no fue roja ni amarilla ni fría ni caliente. Tampoco guerra.
Usted tuvo miedo de pararse al lado de ese presidente, junto a un metro. Si
mide el presidente más que usted, el problema está en los zapatos.
Usted no es un traidor porque la traición tiene que tener traicionados y
los nadaístas no han sido verdaderamente traicionados. Los nadaístas han sido
flagelados con un cuero demasiado blando, su látigo de harina. Usted celebró
los diez años del Nadaísmo no acostado en el mar, sino parado en la cubierta
de un barco en el mar.
¡Yo ofrecí al Nadaísmo mi estómago estallado! Toda esa vida vivida
en prisiones, sanatorios, parques, droga bendita y yerba maldita, todos esos
incendios que me fabriqué han estallado ahora abriendo un enorme boquete en
el bolso interior, en el estómago, y la clínica se llenó de cigarrillos ya fumados,
de noches acostado en aceras, mi vómito sagrado hacía extrañas figuras en las
paredes y los médicos corrían temerosos de verse obligados a salvarle la vida a
un nadaísta.
Y lancé ese parto de úlcera, y guardé en mis manos el píloro inflamado
y mi carne podrida para lanzarla a las bellas cabezas de mi generación. Pero
usted no estará en mi cena, en la cena de mi pedazo de estómago. Usted se
envenena con la sangre de un poeta.
Su bautismo estuvo en el barco Gloria, el agua de su bautismo es agua
sucia. Usted sabe que dariolemos nunca aceptó el mismo paisaje, o los ojos que
miraban su paisaje.
Usted no es un traidor porque usted no ama. Amílkar U gatea, los brazos
en el suelo y no mira. Jotamario cambia de color en las camisas y color en
el rostro, saluda a todas las personas como si fueran Arango, y no quiere ni
comer pepinos vinagres en esta vida. Eduardo Escobar siente ahora que
sus gafas son pequeñas, quisiera ser enviado a la luna, su pecho se agiganta
y necesita dinero para una metralleta. Elmo Valencia no quiere más muertes.
Los nadaístas fabrican ahora otro cielo. Usted está mareado y su mareo no es
de pájaro marino. Su mareo es de espantapájaros. Y nosotros vamos hacia el
norte buscando los jardines de piedras, sin dólares en el bolsillo, soportando el
peso de la santidad.
Váyase. No intente girar su cuerpo para regresar, y no venga a decirle a los
nadaístas que su viaje fue en el "navío ebrio".
Darío Lemos
miércoles, 10 de octubre de 2012
Nadaístas en LP de Los Yetis- Darío Lemos
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